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lunes, 14 de abril de 2014

La caracola


"Soy adicta a escuchar el mar en una caracola".


Mi abuela tenía una  de esas que antaño se traían de regalo de Mar del Plata.
Al comienzo supongo la habrá lucido en el aparador o en el "baiut" (era un mueble precioso donde guardaba su juego de platos fino,y sus copas de cristal y cubiertos de plata o bañados en plata,no lo se).
Seguramente la caracola durmió largas noches junto a los bellos candelabros "si de plata",elegantes y esbeltos.Ella en cambio,petisa y redonda,áspera y sin pretensiones.
La habían quitado de su entorno de arena y agua,era "sapo de otro pozo".
Poco a poco fue destronada y termino en la "piecita de los cachivaches" (calabozo inocente de objetos en desuso casi siempre paso previo a ser regalados o arrojados a la basura).
Tan solo yo, con pocos años y mucha imaginación la buscaba apenas pisaba la casa de mi abuela.
La ponía en mi orejita y ahí se hacía la magia: un sonido intenso a mar bravo me subyugaba!
Me sentía verdaderamente en el mar...
Ay! Caracola mentirosa...

3 comentarios:

Guantes De Lana dijo...

Muy bueno el texto, ahora, en los últimos dos siempre vuelven esos recuerdos de niñez y de objetos guardados.
La caracola mentirosa, pero tal vez, la mentira sea piadosa dirían algunos, ya que te daba la alegría de estar en el mar y de tenerlo siempre susurrando en el oído.
Es interesante el cómo los objetos van pasando de ser los preciados( y por esto los exponemos cuan trofeo) a quedar encerrados en un cuarto con otros que corrieron la misma suerte. Mujica Lainez bien lo cuenta en varios de sus relatos, en Misteriosa Buenos Aires (recomendación si no lo leíste).
Besos totales.

escuchando palabras dijo...

uyy a que lindo recuerdo me llevaste, no se a donde quedaron las mias??? y tambien tenia ..te acordas de las cajitas musicales que tenian como nieve, jaja feliz comienzo de semana!!!

Pedro Garcia dijo...

Un recuerdo trae otro y así se teje esto de la red. En Iguazú compré por 25 pesos una caracola enorme, preguntándome cómo habría llegado alla, puesme parecía marina. Mochila en un envoltorio irrisorio, Misiones, arriba y abajo, Corrientes, los esteros del Iberá, Buenos Aires, Bahía Blanca, otra vez Buenos Aires; luego Madrid y Oviedo.
Si la caracola llegó rota, no muy rota, el labio mayor en cuatro o cinco pedazos, uno definitivamente extraviado. Un poco de pegamento y ahora en una vitrina vieja pero no tanto como la que a Bruce Chatwin le empujó a Patagonia, tampoco es un trozo de piel de milodonte pero es hermosa y su recorrido, quizás una abuela de mar del Plata. Un saludo Pedro García